En la agenda de "no se sabe para cuando" tengo anotados mis mayores tesoros. Sueños que hacen que cada día me levante con la suficiente energía como para afrontar retos titánicos que me "autoimpongo" sin saber cómo ni debido a qué. Tal vez necesitaba un descanso del rumbo donde remaba a favor del viento: la vida como psicoterapeuta que me nutría desde lo fácil y para lo que he nacido, quizá necesitaba plantearme el reto de otra posible vida para adentrarme en otro libro como Nora Seed en la Biblioteca de la Media noche, o tal vez es otra manifestación de esos impulsos me dirigen como si fuese una marioneta llevada por la voluntad de un ente superior que me impele a hacer algo en contra de lo que parece lógico arrastrada por la inagotable curiosidad. Ya queda poco para terminar mi primer año de derecho habiendo abandonado casi por completo mis pasiones: el baile y la psicología y aún no sé si el titiritero que me dirige me empujará durante tres años más hasta finalizar este descabellado proyecto aún siendo totalmente consciente de que cada día que vivo podría ser el último.
Y esa agenda de "no se para cuando" está repleta de anhelos profundos y una suerte de aventuras más o menos disparatadas fuera de lo cotidiano, pero lo más importante de esa agenda, no es dónde ni qué sino ¿con quién?. Porque no son los lugares sino las personas las que pueden hacer eternos determinados momentos y por ello, la ilusión puede nutrir las dureza de la autoexigencia.
Algún día empezaré a poner fechas a esa agenda de "no se para cuando" pues descubriré la forma de poner en práctica la teoría y mientras tanto, seguiré trabajando y soñando.